- Caballero, éste es un asiento reservado a la tripulación.

Una voz inesperada , femenina y dulce, había surgido de entre las sombras que envolvían el asiento de al lado, en un vuelo transoceánico.

- Bueno, yo pasaba por aquí, me dirigía al lavabo, acerté a explicar a duras penas.

Podía haber añadido que las turbulencias se presentaron de improviso cuando ya había iniciado mi camino hacia la parte trasera del Boeing 747, que una compañera de la sombra parlante me había indicado, con gesto conminatorio e inequívoco que me sentara allí mismo, que no sabía nada de reservas para los tripulantes ni era posible ver un carajo a aquellas horas de la madrugada porque las luces de cabina estaban apagadas, que si ella se encontraba soñolienta, yo también, que la sorpresa había sido mútua... Pero no dije nada. Debió de entender, telepáticamente, esas razones, porque añadió.

- Bueno, no se preocupe.

envueloViaje interior a bordo de un bimotorMe resultó imposible interpretar apropiadamente sus palabras. No podía verle los ojos. ¿Era una forma de tranquilizarse a sí misma o lo hacía para mitigar la desproporción o inconveniencia de su reconvención inicial? Me incorporé con urgencia en cuanto disminuyó el baqueteo de aquel cascarón, cumplí mi objetivo y volví a mi asiento. Preocupado, ciertamente, y algo agraviado como consecuencia de aquella irrupción accidental en la noche y tiernos sueños de la (aero)moza.