Es bien sabido, a estas alturas, que el Turó de l'Enric está situado en la parte alta del barrio de la Morera de Badalona. En una de las parcelas se ubicaría el Centre Ocupacional Badalona Capaç, de acuerdo con el proyecto que promueve la entidad. Hasta el momento, el turó es un espacio degradado, sin reconocimiento ni protección ambiental alguna. Tiene 6,6 has de las cuales, casi la mitad se encuentran urbanizadas y edificadas: Las instalaciones del Tenis Badalona ocupan 21.460 m2 (32,37% del suelo) y el campo de fútbol de Morera 6.700 m2 (10,10%). El suelo restante se distribuye de la siguiente forma:
- 3.900 m2 (5,89%) es suelo privado y calificado como equipamiento sanitario-asistencial. Es el espacio en donde se ubicará el Nou Centre de la Fundació.
- 12.800 m2 (19,32%) son de equipamiento público y pertenecen al ayuntamiento.
- 3.000 m2 (4,56%) son zona destinada a vivienda.
- 18.000 m2 (27,76%) tienen la calificación de zona verde. Es el suelo situado en torno al Torrent de la Font.
Toda esa zona está rodeada de edificaciones diversas, industriales algunas, de vivienda otras. En consecuencia, su supuesto valor como corredor biológico, tanto trasversal como en el sentido del Torrent de la Font (que es una vía soterrada bajo la autopista) queda en entredicho. Basta con echar un vistazo al enlace mencionado antes.
El "descubrimiento" del Turó de l'Enric se produjo, de manera súbita, en los inicios del verano de 2016, justo en el momento en que se retomó el trámite pendiente para la aprobación provisional del proyecto de la Fundación en el pleno municipal. ¿Pura y simple casualidad? Ofende a la inteligencia. El nacimiento del grupo "Defensem el Turó" coincide en el tiempo con la Asamblea de Guanyem Badalona en Común (la coalición que sostiene al govern). En esa asamblea se decidió, sin mediar votación, abortar el proyecto de la Fundació y buscar alternativas que no perjudicaran el "model de ciutat" pregonado en el programa electoral de la coalición. No debe olvidarse que esa asamblea (03-07-2016) corregía de manera drástica la decisión pública previa del govern de apoyar el proyecto de la Fundación, "porque no habían sido capaces, a lo largo de un año, de encontrar nada mejor".
A partir de ese momento y bajo la presión ideológica de un puñado de militantes sumamente activos, todo el esfuerzo se centró no tanto en localizar alternativas viables como en buscar desesperadamente, objeciones a nuestro proyecto. Tales objeciones han ido aflorando de manera cuidadosamente planificada a lo largo de los últimos meses. La primera, como ya hemos apuntado, fue el supuesto valor medioambiental de un espacio extraordinariamente degradado. Con la perspectiva de los meses, es evidente que buscaron objeciones para forzar una salida alternativa: una curiosa idea de soberanía y democracia.
Comenzaron por publicar una página en Wikipèdia y allí reprodujeron grabaciones de expertos y simpatizantes que subrayaron cómo ese espacio servía para que descansaran las aves de paso y proliferaran las hormigas, las sabandijas, las mariposas y los caracoles (para mayor ilustración, véase Polución ambientalista). Alguno de ellos enfatizaba el carácter de respiro que significaba un espació sin edificaciones para la trama urbana. Organizaron concentraciones repetidas, para contemplar las estrellas, el vuelo de las aves migratorias, las mariposas nocturnas... Siempre eran los mismos, un puñado de quince o veinte personas: activistas políticos, algún vecino de Bufalà, representantes de los comerciantes que querían impedir la competencia de Mercadona, residentes de las viviendas próximas, muy celosos de su tranquilidad ambiental. Se me olvidaba, el pasado domingo, 16 de octubre, se concitaron de nuevo, para anillar algunos pajarillos en el Turó de l'Enric. Ni siquiera realizaron allá esta tarea, instalaron una carpa sobre el asfalto, al final de la Avinguda de Carlemany, hasta tal extremo están en sintonía con la madre naturaleza. Lo podrían haber hecho en cualquier otro lugar, en cualquier parque o en cualquier plaza. Pero les interesaba airear su arrogancia, plantar la pica del conquistador y hacer ondear la bandera de la victoria sobre las cabezas de los miserables discapacitados que se atreven a cuestionar su hegemonía incontestable. Con sus actividades incesantes pretenden hacer valer el Derecho de Conquista y conformar una democracia ecologista a la medida de sus fantasías insolidarias. ¿Qué se creen estos de Badalona Capaç? ¿Cómo van a decidir ellos sobre su destino? Somos nosotros, la élite ilustrada de Guanyem Badalona y su vanguardia ecologista los que sabemos, mejor que ellos mismos, lo que les conviene, el tipo de centro que necesitan, el modelo metodológico que han de seguir y hasta el solar en el que han de edificar su centro. Aquí no hay más civilización ni ley que la que dictamos nosotros. ¿Que el supermercado se instalará en el subsuelo y el Nou Centre Ocupacional ocupará una parcela de equipamiento socio-sanitario legal y legítima? Y eso qué más da. No molestéis, por favor: estamos anillando...
Es estupendo lo de preservar espacios libres de ocupación en nuestras ciudades, abominar del cemento y del asfalto y poder recrearnos en ámbitos en los que la fauna prolifere y estalle la flora en todo su magnífico esplendor. Es un principio maravilloso del que pocos podrán renegar a priori. Pero eso se ha de hacer compatible con la necesidad de convivir, de compartir servicios próximos, de dar cabida a una población creciente, acreedora de múltiples derechos. Y unos y otros derechos se han de poner en la balanza. Y la justa ponderación nos obliga, necesariamente, a utilizar criterios morales y a dar prioridad a las personas, especialmente a quienes tienen mayores urgencias y menos fuerza.
Por razones que resultan explicables sólo desde un plano psicológico personal, el ecologismo ha mutado de idea científica a creencia en algunos de sus defensores. Una creencia no es un producto de nuestra mente sino un contenedor, algo que condiciona lo que decimos y pensamos y que defendemos contra viento y marea por puro instinto de conservación, porque es nuestra propia vida, porque somos nosotros mismos. Algo de esto observó, en la antigüedad, el filósofo Epicteto porque ya entonces atinó a decir que "es imposible enseñar algo a quien cree estar en posesión de la verdad". La evidencia argumental se desprecia cuando la consideramos una amenaza a nuestras propias creencias. Como decía Ortega, las ideas, científicas o no, se formulan, se discuten, se propagan, se sostienen... se puede llegar incluso a morir por ellas, pero no se puede vivir de ellas. Las creencias, en cambio, no son ideas que tenemos sino ideas que somos. Y no es posible convencer con razones a alguien instalado en una creencia.
Por eso el debate con los ecologistas se revela, tantas veces, una pasión inútil, una tarea estéril, un auténtico diálogo de sordos. Cualquier argumentación se estrella contra el muro de la creencia y es imposible aterrizar en una visión práctica y transformadora de la realidad. Siempre origina el efecto contrario, el refuerzo de las posiciones encontradas, independientemente de la solidez argumentativa. El gran error de nuestro consistorio ha sido, alentar por razones ideológicas una contestación ecologista que entendían beneficiosa para sus fines políticos y que les permitía —así lo entendieron— soslayar la inevitable tarea de responder a la contestación interna. Una huída hacia adelante que no sólo pagará el gobierno; lo pagaremos todos, sobre todo lo está pagando la Fundació Badalona Capaç y las personas con discapacidad intelectual.