Disponíamos todavía de un par de horas antes de la salida de nuestro vuelo hacia Caracas, una vez terminados los cursos de formación que durante una semana larga nos habían confinado en Tunapuy. Así que le pedimos a nuestro taxista habitual que nos sorprendiera y decidió subirnos a lo alto.

tunapuy01Mediaba el día y el cielo estaba claro. En el horizonte lejano del mar, una neblina leve que no lograba ocultar el puerto pesquero ni el paseo. Llegamos a una aldeucha remota y solitaria. Dos críos se dejaron fotografiar con el burro que llevaban. Todo era verde, luminoso y fresco en aquellos parajes. Mientras descendíamos, el taxista, recién casado, nos señaló una colina cercana y desprovista de vegetación:
- Iban a construir allí un cementerio. Fué el lugar donde pedí en matrimonio a mi actual esposa.
No percibí la ironía de sus palabras. Pero mi acompañante reaccionó en seguida. tunapuy02
- Te voy a contar lo que aconsejan por mi tierra a los recién casados. Coges un tarro mediano y durante un año vas introduciendo, paciente y rigurosamente, un garbanzo por cada kiki que pegues a la parienta. Así hasta que celebres el primer aniversario. Después ya no introducirás más garbanzos. 

 

Lo que tienes que hacer, a partir de entonces, es extraer uno cada vez que eches un polvo. Te aseguro que quedarán garbanzos en el tarro el día de tu entierro. 

Y añadió, tras una pausa reflexiva: tunapuy03

- Aunque quizá con las venezolanas no es lo mismo...quién sabe.
Volví la cabeza hacia nuestro lacónico taxista, que había escuchado atentamente. Y adiviné una ligerísima y enigmática sonrisa, en su mirada.