Siguen las palabras dirigidas al claustro del Instituto Isaac Albéniz, de Badalona el 27-06-2014, en mi despedida del centro, con motivo de mi jubilación.
COMPLACENCIA Y JUSTIFICACIÓN
Siempre es difícil preparar unas palabras como éstas. Uno corre el riesgo de caer en la complacencia o la justificación.
No hay mejor preventivo para evitar esos extremos que la brevedad y un esfuerzo, siempre algo doloroso, de autoconciencia.
Este trasto (la tablet), que sabe tanto de números, pero tan poquito de sentimientos, me dice que tardaré 12 minutos y 28 segundos en leeros lo que he escrito. Pero yo no puedo estar seguro, ni siquiera de llegar al final. Tendré que abrirme paso a golpe de emoción, desembarazando la garganta, respirando hondo, de cuando en cuando y desempañando los ojos. Apelo a vuestra paciencia y a vuestra bondad.
Decía Epicteto, que fue un pedagogo insigne, pero también mal pagado, que acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación; acusarse a uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado.
A ver si consigo convenceros de que al iniciar mi retiro estoy estoy en el camino apropiado.
CEGUERA EMOCIONAL
Volvamos a la autoconciencia. Me han parecido significativos, a estos efectos, unos versos de Lope de Vega. Los aprendí hace mucho tiempo, cuando yo tenía unos 10 años.
Por entonces los libros carecían de ilustraciones de calidad y tampoco había videojuegos ni móviles.
En mi casa, ni siquiera teníamos televisión ni aparato de radio y uno se entretenía como como buenamente podía.
A mí me dio por aprenderme de memoria todos los poemas y citas que venían en el libro de gramática, aunque hubiera de esperar 50 años para entender el sentido de lo que ahora os recuerdo:
Cuando me paro a contemplar mi estado
Y ver los pasos por donde he venido,
Me espanto de que un hombre tan perdido,
A conocer su error haya llegado.
MADUREZ
Por eso me he acordado de un buen amigo. En alguna de sus pasadas visitas me hablaba del difícil encauzamiento vital de los hijos, cuando concluyen su adolescencia.
Quise animarle y le sugerí que, con el paso de los años, todos acaban por madurar.
“No te engañes, Antonio, me contestó. La madurez no se alcanza hasta pasados los 55”.
Yo iniciaba por entonces la cincuentena y pensé con alivio que aún tenía margen.
Por eso, hace unos cinco años comencé a buscarme desesperadamente la madurez, he mirado en todos los pliegues, los internos y los externos y ni rastro.
Ni madurez ni equilibrio.
Ahora ya he desistido: sólo encuentro desperfectos obstaculizando el camino.
O quizá llamamos madurez a la conciencia de los propios errores, como decía Lope.
OPORTUNIDADES PERDIDAS
Errores y desperfectos ¿Sabéis lo que permanece? La idea percutora de que no tendremos otra oportunidad. De que podrías haberlo hecho mucho mejor.
Sólo el recuerdo del interés que has conseguido despertar, alguna vez, en tus alumnos, y la colaboración amable y motivadora del entorno nos ayuda a mitigar esa dolorosa sensación.
RECONOCIMIENTO
Por eso, por los años vividos, os reitero el contenido de mi último email agradeciendo vuestro apoyo. Ha resultado realmente estimulante trabajar aquí durante todo este tiempo.
Admiro a Elisabet y su equipo de gestión por la dedicación, coraje y sensibilidad con que afrontan las situaciones más complejas. Sobre conducción humana tengo una cierta experiencia y sé lo difícil que resulta salir adelante sin producir demasiados daños colaterales.
Agradezco el ambiente de familiaridad y autoexigencia que Consol y el resto de las compañeras han sabido crear en el seminario de inglés.
Y la camaradería nada corporativa, atenta y enriquecedora que siempre ha imperado en mis relaciones con todos vosotros, también con el personal de secretaría y de conserjería, incluso con Cati y Mari, que casi siempre encontraban algún resquicio para interesarse por mi nieto o por mi hija mientras me servían un café apresuradísimo.
DOCENTES
En fin, somos docentes, educadores sutiles, de coco largo y sueldo corto, pendientes del currículum.
Como cada uno de vosotros, lo más valioso que tengo son las vivencias que el azar ha ido poniendo en mi camino, es decir mi propia historia.
Es esa experiencia la que me proporciona el aliento y la osadía necesaria para sugeriros un par de líneas de trabajo insuficientemente atendidas, a mi parecer:
La primera es la necesidad de acentuar el uso de las nuevas tecnologías. Han venido para quedarse y no será posible vivir sin ellas. Hay que aprender a integrarlas con decisión en el programa de cada materia. Los alumnos han de saber cómo ordeñar la información, cómo filtrarla y cómo cuestionarla. Y sobre todo, han de conocer y utilizar cuantos recursos haya a su alcance para facilitar su aprendizaje autónomo.
La segunda tiene que ver con la educación emocional. ¿Sabéis lo que se dice de la mala gente? Que caminan con paso de buey, diente de lobo, ojo de lince y cara de bobo. ¿Cómo van a enfrentarse nuestros alumnos a tales situaciones sin una preparación específica?
Si no bastan las condiciones innatas para alcanzar el desarrollo matemático, filológico, plástico o musical, ¿Por qué han de bastar en el ámbito mucho más complejo de las emociones y de las relaciones con los demás?
Ayudar a los alumnos a entenderse a sí mismos y a entender las razones de la conducta ajena les ahorrará incontables sufrimientos y también evitará que los causen a los demás.
Yo no sé cómo se hace, pero estoy seguro de que se tendría que hacer.
EL FUTURO
Pero yo ya estoy jubilado ¿quién me va a escuchar?
Dicen que el futuro no está escrito. Pero en mi caso el futuro es perfectamente previsible.
Me dedicaré a quién más me necesita que es mi familia y especialmente mi hija Silvia. Y también a lo que yo más necesito: reflexionar, escribir y leer, por ese orden.
Pero, sobre todo me dedicaré a refrenar unas ansias incontenibles de saber y de aprender, que he ido postergando durante décadas.
¿De verdad, será así? Un aforismo derivado de la Teoría de la Relatividad determina que cuanto más rápido vas, más corto te haces.
Y creo que fue Elías Caneti el que dijo que en las escasas ocasiones en que las personas logran liberarse de las cadenas que las atan suelen, inmediatamente después, quedar sujetas a otras nuevas.
Procuraré no dejarme arrebatar por la ilusión.
EL PASADO
Por lo tanto volvamos al pretérito imperfecto, que es un reducto más seguro.
Aquí estoy con lo que amé.
La sentencia no es mía, sino de Pablo Neruda.
Y me devuelve la esperanza de reescribir el pasado, lo único que podemos cambiar.
Si el futuro es en cierto modo previsible, reescribir el pasado constituye un saludable ejercicio de supervivencia.
Si hubiera de hacerlo, lo iniciaría así:
De la verdad fui solidario.
De instaurar luz en la tierra.
Quise ser como el pan.
La lucha no me encontró ausente.
Pero aquí estoy con lo que amé.
....
El resto del poema es puro epitafio y no reproduciré por ahora, aún no es el momento, creo yo.
A PIE DE PÁGINA os tengo que confesar que el párrafo y cita previas son quizá una vergonzosa claudicación ante la conciencia delirante que he pretendido evitar.
Nunca podré estar seguro de si eso es lo que fue, lo que pudo ser, o lo quise que fuera.
Vosotros sois parte significativa de un tribunal más amplio, cuya sentencia me será hurtada, afortunadamente.
EL MIEDO, EL FRÍO Y EL AGUA.
Y ahora, una actividad pedagógica. No os aterréis que será breve y muy sencilla.
Vais a ver una secuencia de vídeo (a la izquierad) y a contestar a una sola pregunta relacionada con la misma. Podéis hacerlo enviándome un correo electrónico.
La secuencia que os muestro establece una cierta analogía entre vuestra situación y la mía. Se trata de determinar quién es quién en ella y explicar por qué.
Como cuento con el privilegio de disponer de una audiencia altísimamente cualificada, no me extenderé en más explicaciones.
Tan sólo os anticipo que habrá premio, como veremos después. Y que, si me lo autorizáis, publicaría vuestras aportaciones en el área correspondiente de mi página web.
PUEBLOS
Y casi para terminar, os voy a hablar de Rute. Se trata de un pequeño pueblecito encalado, que se agazapa en el mismísimo límite de la subbética cordobesa.
En 1925-26, estuvo viviendo allí Rafael Alberti y escribió un libro de poemas y relatos que 50 años más tarde publicaría la revista Litoral con el nombre de Cuaderno de Rute.
Alberti decía percibir "algo de oscuro y tenebroso en aquellas serranías".
Allí y en las aldeas próximas todavía se llevan a cabo, con regularidad, contiendas troveras.
Los troveros son unos personajes singulares, sin apenas instrucción académica, capaces de improvisar durante horas versos rimados sobre los temas más diversos. Poetas se llaman a sí mismos.
Nosotros (Rafi y yo) tenemos cerca de allí una casa, sobre un cerro.
Os animo a venir: el entorno compensa sobradamente los casi mil kilómetros que nos separan.
Muy próximos se encuentran Iznájar, Priego, Zuheros, Cabra y Lucena ...
Y a un radio algo mayor: Granada, Úbeda, Baeza, Ronda, Carmona, Écija, Osuna, Córdoba ...
Os podía aportar imágenes, pero prefiero apelar a vuestra imaginación literaria, que superará en mucho a la mejor óptica digital.
Cuando te sitúas en la parte posterior de la casa que mira al norte, contemplas, con los ojos de Alberti, las oscuras y tenebrosas serranías; cuando te sientas en el porche, mirando al mediodía, entoces es Antonio Machado el que despliega su espléndido
campo, campo, campo
y, entre los olivos,
los cortijos blancos.
Pero, ¿por qué os cuento todo esto?
No es que quiera rivalizar con la Junta de Andalucía en tareas de promoción turística. Es porque Rute tiene un aire verdaderamente saludable y unos inviernos muy fríos.
Y curan unos jamones sabrosísimos.
Pues bien, antes de la próxima Navidad, para la despedida del primer trimestre, sortearemos un jamón de Rute entre todos aquellos que me enviéis vuestra respuesta.
Recordad que tendréis que justificarla. La redacción ha tener un mínimo de 150 palabras, que es el estándar establecido por el Seminario de Inglés para las composiciones de bachillerato.
He aquí, de nuevo, la secuencia de vídeo que visualizaréis para realizar los deberes.
ANHELOS
Acabaré, como no podría ser de otro modo, deseándoos lo mejor.
No, desde luego, con la espectacularidad con que se despidieron nuestros queridos alumnos de Bachillerato.
He preferido algo más sosegado e intimista, algo que nos ayude a pensar y a elegir. Una oración profana, cantada por Marina Rosell, cuyo contenido me he permitido jerarquizar:
Que la vida ens doni una mica de tot. Que ens faci millors. Que en el nostre cor sobrevisqui l'amor, Que se'n vagi del cap el que ens treu felicitat. Que el cel sigui blau …