Nou Centre (FAQ)

El laberinto badaloní (I): Un cierto aroma.

Partiré del reciente artículo publicado por Oriol Lladó sobre el Nou Centre Ocupacional de Badalona Capaç para considerar algunos hechos y actitudes relacionados con el proyecto. En este enlace puede encontrarse información acerca de los orígenes de la propuesta y en este otro sobre nuestra petición al pleno que llevó a cabo la aprobación inicial en el mes de abril de 2015. Desgrano estas notas a título estríctamente personal y como padre de Silvia Martínez, una de las 400 personas discapacitadas a las que atiende la Fundación y cuyo futuro queda irreversiblemente condicionado por las decisiones que adopte el Ayuntamiento de Badalona. Esa es mi única legitimidad para escribir estas palabras y espero que entendáis que esa condición me otorga cierta licencia, en el fondo y en la forma, que de otro modo, si actuara en representación de terceros, probablemente no me debería permitir. En todo caso, no hay circunstancia, por grave que sea, que nos exima del rigor argumental y del respeto formal.

¿No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?

¿Nunca se ha de decir lo que se siente? (Francisco de Quevedo).

Todos estamos obligados a indagar sobre las actuaciones de las personas que tienen responsabilidades públicas. Siempre nos afectan sus decisiones, de manera directa o indirecta y ese escrutinio es el que nos ayudará a orientarnos acerca de lo debemos hacer u opinar. Es un deber y un derecho elementales y me propongo ejercer ambos con la esperanza de arrojar alguna luz sobre mi propio juicio y sobre el de quienes tengan a bien detenerse unos momentos a leerme. El propósito no es fácil, porque tenemos los ojos tan acostumbrados a las motivaciones gruesas, a la corrupción burda con que nos suele saludar el noticiario de cada día, que se nos escapan muchas otras más sutiles, algunas indudablemente de índole emocional, ideológico o estríctamente partidista. Cuando uno pasa de un sitio sobreiluminado a otro que no lo está tanto, continúa habiendo innumerables detalles, pero no los percibe hasta tanto su vista consigue el grado de acomodación necesario. 

Planea sobre esta aproximación la conocida sentencia de que el ser humano no hace lo que debe, sino lo que puede (Marquard). En el ámbito político se aplicaría a todo el espectro, qué duda cabe. Nuestra educación, nuestra historia reciente nos inclinan a presumir una mayor sensibilidad moral en la izquierda y, en consecuencia, una mayor implicación en la parte del "deber hacer" que manifiesta la aseveración anterior. Analizaremos algunos hechos y que el lector/votador extraiga sus propias conclusiones. 

Una situación insostenible.

Hace muchos años (2009) que Badalona Capaç busca una nueva ubicación para el centro ocupacional Cointegra. El edificio actual triplica el número de ocupantes iniciales y, con cerca de un siglo de antiguedad, no reune las condiciones mínimas que permitan la dedicación prelaboral y la atención asistencial y formativa que requieren los usuarios. Ni en términos funcionales, ni legales ni de seguridad básica. Todo eso es muy sabido a estas alturas, demasiado viejo para insistir en ello. Pero es necesario enfatizarlo: se trata de personas discapacitadas que, desde hace años, necesitan un espacio digno para su formación prelaboral y ocupacional. La pregunta es obvia: ¿seremos capaces de anteponer el interés y la urgencia de las personas psíquicamente más desfavorecidas a los particularismos coyunturales de un grupo de comerciantes, al interés ideológico del partido en el gobierno o la desproporcionada y errática presión de los ecologistas?Jo sóc Badalona Capaç

Errores materiales y errores artificiales.

He preferido abordar, de entrada, la cuestión en sus términos más crudos, porque me parece que es un problema de sensibilidad social. Vaya por delante que el "Nou Centre Ocupacional" se construiría gracias a la permuta que la Fundació llevaría a cabo con un promotor inmobiliario. La Fundació entregaría su patrimonio actual, el suelo de los antiguos laboratorios de la fábrica Cros, a cambio de la construcción de un nuevo centro para las personas discapacitadas en el barrio de la Morera. Es un espacio privado que en estos momentos está catalogado como sanitario-asistencial y cuyo uso habrá de ampliarse a la condición de comercial para posibilitar que, bajo rasante de nuestro centro, se instale también un supermercado. El promotor dispondrá, a su vez de los locales de la Cros para sus propios fines, comerciales o inmobiliarios, no definidos por el momento.

El trámite que requiere la intervención del pleno del ayuntamiento trata de corregir un "error material", cometido en su día al realizar el diseño del plano de la TUC (Trama Urbana Consolidada). Así lo han reconocido las entidades responsables de la Administración de la Generalitat y, en consecuencia, han informado favorablemente la propuesta. Por qué la propia Administración no ha llevado a cabo esa corrección con la debida antelación, no me parece mal interrogante. Pero presumo que la respuesta nos llevaría, una vez más, a la insondable lista de déficits que la gestión pública arrastra en nuestro país.

Comerciantes, ambientalistas y residentes.

Un grupo de comerciantes del barrio de Morera constituye el núcleo más beligerante y ha sido el catalizador para la adhesión de algunos residentes y también de los que se oponen por razones ambientales. Estos últimos han iniciado su actividad en fechas muy recientes, prácticamente en el mes de julio pasado. Hasta ese momento muy poco se había oido mencionar el Turó de l'Enric, si no era como un vertedero cercano a la "Pota Nord" que casi nadie pisaba. A partir de esas fechas los intereses de este grupo y los de los comerciantes se imbrican de tal forma que las páginas de facebook respectivas comparten convocatorias y noticias y la de Viquipèdia incluye enlaces profusos a las páginas divulgativas de unos y otros. 

Concentración de padres para una ofrenda reivindicativa

No me detendré en las manifestaciones de los residentes. Son pocas y lacónicas. Alguno de ellos ha reconocido, paladinamente, que el tema "verde" a él le daba igual, que se había comprado hace años una casa y que quería continuar viviendo con tranquilidad. En qué modo la presencia de un centro para discapacitados podría alterar su actual tranquilidad no se me alcanza. Que lo haga la construcción de un supermercado edificado bajo rasante, que se atiene, salvo prueba en contrario, a la normativa urbanística de niveles acústicos y cuyo acceso se situaría en una avenida (la de Carlemany) integrada en la trama urbana, tampoco es facil de objetar en un estado de derecho. A no ser que se pretenda poner la venda antes que la herida, precisamente porque resulta patente que no existe herida alguna que vendar. Además ¿no són merecedores de iguales derechos a la tranquilidad los ciudadanos del resto de barrios de la ciudad?

Artillería anti-Mercadona para combatir la culpa.

Pero los comerciantes que se oponen dicen defender sus negocios. Parece legítimo que quieran preservar su nicho de actividad en el comercio alimentario minorista y que intenten mantener sus niveles de precios y beneficios. Aunque no tanto que lo hagan a costa de la libre competencia y de los derechos de los consumidores. ¿Quién protege a las familias con niveles de ingresos bajos y medios que son compradores habituales de estos supermercados y para quienes sin duda supone un alivio no pequeño su presencia en el barrio? Y también: ¿han de pagar las personas discapacitadas, una vez más, el sostenimiento coyuntural de un status que resultará imposible de mantener incluso en el plazo corto? No deja de sorprender que esos mismos comerciantes miren para otro lado cuando se instalan otras cadenas de supermercados en el resto de la ciudad e incluso en su mismo barrio. Hasta cuando se trata de negocios objetivamente más dañinos que el que nos ocupa. Se han construído más de una decena en los años que lleva la tramitación de nuestro proyecto y ni uno sólo de ellos ha despertado una adnimadversión ni remotamente equiparable a la que está soportando, día tras día, nuestra propuesta. ¿Cómo explicarlo? Sólo una razón se me alcanza: que el objeto real de su encono no sea el supermercado o que no  sea sólo el supermercado. Pero esta idea, que parecen avalar algunos hechos y manifestaciones verbales, resulta demasiado dolorosa de transcribir. 

Antes he dicho que la pretensión proteccionista del pequeño comercio, cuando exigen la prohibición de apertura de nuevos supermercados, resultará imposible en el futuro como lo ha sido en el pasado reciente. Se han construído hace pocos meses en Bufalà, uno de los barrios próximos al Turó de l'Enric. Y también en otros puntos de la ciudad. ¿Cómo van a evitarlo, si la legislación europea, estatal y autonómica lo permite? Lo que los comerciantes pretenden es aprovechar la circunstancia excepcional de que esta instalación, la única que retorna a la ciudad un servicio imprescindible, requiere un trámite administrativo. Se engolfan en las ventajas que ese trámite les brinda y propagan a los cuatro vientos que el Ayuntamiento les ha traicionado y que en aras de la "libertad de mercado" no debería "recalificarse". Se contradicen y mienten: buscan el abrigo de la Administración municipal para salvaguardar sus intereses particulares al tiempo que invocan la Libertad; y llaman recalificación a lo que es, simplemente,  un "cambio de uso", originado por un traspiés de la propia administración. Pero lo más significativo es que pasan por alto, repetida e intencionadamente, el hecho de que intentamos construir un centro ocupacional para personas discapacitadas, que se necesita con urgencia, que nuestros chicos conforman el colectivo más débil en la situación más indigna y que, por fin hemos conseguido negociar una salida, aceptable y de futuro, a coste cero para las familias y también a coste cero para las arcas municipales. No solo ocultan esos hechos, sino que tergiversan los objetivos de la Fundación, menosprecian su capacidad negociadora y su esfuerzo y, en un ejercicio supremo de desfachatez, se arrogan el derecho de interpretar calumniosamente las intenciones de unos y otros y de prejuzgar voluntades e inteligencias ajenas. Y nos acusan de "chantaje moral" cuando nos batimos a favor de quienes más lo necesitan. Sin duda es un recurso autoprotector, su manera de aventar la propia culpa. 

Pancarta de las manifestaciones de septiembre de 2016, exigiendo la presentación del proyecto en el pleno.

Nada es como pregonan.

Se han publicado numerosos estudios que contradicen la visión apocalíptica que intentan difundir sobre la evolución del mercado minorista y sus causas. No me corresponde a mí entrar en ese debate, sino tan sólo resaltar su existencia y fundamento. Abundan experiencias de convivencia e integración recientes con resultados esperanzadores y una visión en las antípodas de lo que desde ciertos grupos interesados se nos ofrece. El efecto dinamizador que la presencia de un supermercado ejerce sobre el mercado local e incluso municipal y su papel determinante sobre la productividad y el descenso de los precios se ha convertido en algo comunmente aceptado y objetivamente deseable para el progreso comercial y el beneficio de los consumidores. Es el caso del Mercat Municipal de Sant Adrià de Besòs y también del Mercat del Fondo en Santa Coloma de Gramanet, por citar casos cercanos. He aquí las declaraciones a La Vanguardia de uno de los paradistas del Mercat de Llefià cuando se estaba remodelando el servicio: "Nuestro motor será el nuevo supermercado", asegura Mohino. "Comercialmente tenemos que buscar otras salidas, el mercado por sí solo ya no llama la atención y el supermercado ayudará a atraer gente. Es hacer esto o morir", zanjaEsta misma percepción es la que yo tuve cuando, hace más de un año, asistí a una reunión con los paradistas del Mercat de Sant Roc. El proceso de degradación era patente y su origen parecía remontarse a muchos años atrás, nada que ver con la presencia o no de un supermercado en las proximidades. 

Los comerciantes de Bufalà y de la Morera con seguridad conocen todos estos hechos. Y también saben que los ciudadanos lo sabemos. ¿Por qué persisten entonces en alcanzar una quimera, la perpetuación de unas condiciones de comercio minorista protegido en su exclusivismo? ¿Se levantarán también contra el comercio electrónico de alimentación y el servicio domiciliario porque les hace la competencia y les sustrae potenciales clientes? ¿O preferirán continuar disparando al pianista, a las personas discapacitadas de su ciudad, las más desprotegidas, para llamar la atención sobre su situación y sus pretensiones de continuar en un mercado inmovilista que nunca más volverá, si es que alguna vez existió?

Algo huele mal.

Se lo dijo el centinela Marcelo a Hamlet, en una escena memorable que tiene lugar en la explanada del palacio de Elsingor, anticipándole así lo que se sabría enseguida. Vivimos tiempos esencialmente inmorales, en los que prima el interés particular y casi todo se justifica. Es una lucha insensata, en sentido literal, la de estos comerciantes: bloquean una solución irrepetible, necesaria y justa, impiden la construcción del nuevo centro ocupacional y no consiguen nada a cambio. ¡Nada! Dicen que la verdad es hija del tiempo. Pero para cuando el tiempo nos entregue esa verdad, tan previsible, ya no habrá ocasión para nuestros hijos, para nuestros parientes o nuestros queridos discapacitados. A ellos les habremos hurtado, de la manera más miserable, su oportunidad de vivir dignamente. Pero todos los demás, tu y yo, los políticos y los ciudadanos, los ecologistas y los vecinos, habremos perdido, culposa e irreversiblemente, lo que genuinamente nos hace humanos. Los unos por su silencio o su inacción; los otros por pura cobardía.

Próxima entrega: Polución ambiental(ista) (II): caracoles, estrellas, mariposas, rapaces migratorias, fallas inversas e intersticios.