Educación Emocionada
Horarios académicos.
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- Creado el Jueves, 25 Diciembre 2014 12:03
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No he retocado la foto. Los agujeros negros, la discontinuidad de los bordes, el color sepia y los puntitos esparcidos, el aire de escritura mecanografiada de tipos desdentados no son efectos simulados con recursos tecnológicos de última generación; es el fruto de un tiempo que deja su huella inexorable. El documento corresponde a la DISTRIBUCIÓN DE LAS CLASES Y HORARIO del 1965-66 en el Seminario Menor de Hellín, donde por aquel entonces cursaba yo primero de bachillerato, cumplidos los 11 años.
Transcurrido casi medio siglo y por lo que respecta al contenido llama la atención que la semana tiene 6 jornadas lectivas practicamente completas, que no se estudia inglés, que la clase de latín es obligada y diaria, la primera del día, que no se imparten más de 5 sesiones diarias (4 el sábado).
Pero lo más interesante viene al final, cuando estudiamos la distribución del horario. Las sesiones didácticas de extienden a lo largo del día y la secuencia siempre suele ser clase+recreo+estudio. Esa sucesión contribuye sin duda a relajar al discente, ayuda a la asimilación, a la preparación o refuerzo de lo que está aprendiendo y también le permite conversar, pasear y explayarse (desfogarse). Muy diferente del modelo actual en el que se suceden 6 sesiones continuadas, sin más intervalo que el tiempo empleado por el profesor en transitar de un aula a la otra y con el único interludio de media hora de patio en mitad de la mañana.
Es cierto que había dos clases de religión a lo largo de la semana, que teníamos un espacio para la meditación, otro para la adoración del Santísimo y también para el rezo del santo rosario, incluso un tiempo de examen (de conciencia, claro) y últimas preces. Un peaje inevitable en los años sesenta del siglo pasado para progresar por la autopista de la formación y el conocimiento a quienes proveníamos de familias sin recursos económicos.
El tri
buto que hubimos de pagar, mis condiscípulos y yo, con seguridad fue mucho más allá del minutaje dedicado a estos últimos menesteres. Y no obstante los avatares de la existencia, ese tributo no lo pongo, nunca lo he puesto, en la columna del debe. En realidad nos enseñó a reflexionar sobre todo lo que nos iba llegando a los ojos y a la mente, nos ofrecía un marco inestimable para el crecimiento moral. La contrapartida fue la carga de culpa, de mala conciencia que emborronó nuestra adolescencia y que no acabó de desprenderse hasta que los vientos de las nuevas ideas, las nuevas lecturas y las nuevas amistades soplaron con fuerza en las aulas de la universidad de Valencia, en donde recalé hacia el 72.
Pero conservo el reconocimiento emocionado hacia las personas que nos atendieron durante todos esos años, que determinaron aquellas extraordinarias condiciones de formación y que nos enseñaron el valor del aprendizaje, de la reflexión, de la autonomía y del respeto. Sirva esta entrada de humilde homenaje a don Félix Ibarguchi, a don Jesús, a don Guillermo, a don Paco Galindo, a Manolo, a Juan Cárdenas, a don Antonio Cuesta ... Se emplearon en alma y vida para darnos todo lo que estaba a su alcance y soportaron con magnífica entereza un final que sabían inevitable: nuestro abandono en cuanto el tirón sentimental se tornaba incontenible. Esta última circunstancia, el hecho de que persistieran con desinteresada dedicación, aún siendo conocedores de nuestra resuelta ingratitud, hace mucho más meritoria su empresa. Muchos empleábamos la capacidad crítica recién adquirida para cuestionar la lentitud del proceso de aggiornamento de la Iglesia. Pero a distancia veo ahora q ue aquello no era sino una racionalización más, una manera de enmascarar la pulsión natural que nos empuja a relacionarnos, a conocer, a descubrir y a explorar. Ley de vida y condición humana que precipitó la ruptura, necesariamente estridente a los 17 años, del corsé clerical.
Pocos quedaron abordo. Con algunos me veo cada diez o veinte años (lo relataré en alguna otra ocasión). Casualmente he leído una noticia que hacía referencia al declive de vocaciones en la diócesis de Albacete, he dispuesto la pluma y el tintero sobre la mesa y me he abocado a recordar y contar ...