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Categoría: Estampas

Así es como lo recuerdo.

La cripta del convento que hemos ido viendo acomodarse a los tiempos modernos, a la fiebre turística. De monestampas pueb2aguillo ya estaba familiarizado con los muertos, con los entierros y el duelo —aquellos días gélidos de "todos los difuntos", de responsos inacabables en latín que el párroco saldaba con un quilo de castañas—. Ya a los ocho años descendíamos con agilidad al subterráneo para acompañar a los ocasionales visitantes. Allí se amontonaban, impúdicos, los cadáveres momificados de unos cuantos frailes y también el de una mujer con un niño en su regazo. Nunca nos impactó demasiado aquel espectáculo, por repetido.

Aún me resultan familiares las calles y algunos de sus rincones más entrañables. La placetica que encontrabas al subir la cuesta del postigo, los aperos junto a la puerta de la cuadra, la estrecha línea de sombra que buscabas siempre con avidez cuando te desplazabas en la hora inclemente de la siesta. La mente incansable remata, inevitablemente, esas imágenes con las figuras enlutadas de las mujeres de entonces, de nuestras tías, nuestras abuelas, nuestras madres, conversando en la puerta o transitando de manera apresurada. Es la insinuación de esos escenarios y de esa memoria la que confiere a las fotos un valor inapreciable. El paisaje exterior es puro aderezo, la espléndida visión del asilo y de las huertas circundantes, aún en cultivo. El perfil majestuoso del Pilancón, plagado de fábulas inverosímiles y misteriosas. Son el marco de un cuadro intimista, emotivo, personal, imperecedero.