SUSPIROS [CON] MERENGUE.
8 Claras de huevo
1 libra y media de azúcar
NOTAS: Esta versión difiere de la ya publicada —XXI— en algunos detalles: la cantidad de azúcar es inferior y no menciona la almendra que en los suspiros es un componente esencial. Disculparemos esta omisión a cambio de su desbordada prolijidad (para lo acostumbrado) en lo que respecta al procedimiento: "Se bate todo a punto [de nieve] hasta que haga torrecilla". Nótese la expresión "hacer torrecilla" para significar la textura o densidad del producto generado, antes de trasladarlo al molde que hemos colocado en la llanda.
He de confesar que la publicación de estas recetas no deja de reportarme sorpresas. Ayer mismo Facebook tuvo a bien recompensar mi colaboración con una composición de vídeo que giraba en torno a tres ejes: la foto de Silvia abría la producción, pero también se conmemoraba la publicación de estas recetas y las manifestaciones reivindicativas del Nou Centre Ocupacional insistentemente reclamado al anterior consistorio de Badalona. La entrega me dejó suspenso: ¿Están ya Facebook y Google en condiciones de conocernos mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos? El vídeo destaca con acierto sorprendente algunos de los aspectos en los que se ha focalizado mi interés durante estos últimos tiempos. He publicado diversas fotos de Silvia, pero el "sistema" ha seleccionado una peculiar: se encuentra Silvia sola, en la esplanada que hay junto a la presa de Liétor, en un entorno tamizado y boscoso, de colores cálidos. La técnica HDR resalta su expresión, habitualmente dulce y sonriente. ¿Por qué ha elegido esa foto y no cualquier otra? Por las noches suelo quedarme un rato con mi hija después de darle la cena. Hablamos —"a solas", dice ella— y escuchamos la música que me sugiere.
A Silvia le encantan los boleros, pero al pedirle al "asistente" de Google, el otro día, que nos localizara a un autor específico en Youtube, me sugirió en segundo o tercer lugar un grupo musical distinto, que no canta boleros, sino habaneras (Les Anxovetes). Recordé que hace pocas semanas escribí un artículo en que les citaba circunstancialmente y el "data mining" ha hecho el resto. A la pregunta de "cuánto sabe Google de nosotros" sólo se puede responder con un adverbio de cantidad en grado superlativo. ¿Es eso bueno o malo? Dicen que sólo mediante el análisis de las consultas que hacemos al buscador, el sistema puede predecir una epidemia de gripe diez días antes de que lo detecten los servicios sanitarios de cualquier gobierno occidental. También dicen que Facebook es mejor predictor de las actitudes y opiniones que los amigos, los familiares o los cónyuges. ¿Donde queda la individualidad? ¿Y la libertad? Ante un test de personalidad, el gigante tecnológico necesita sólo 70 "likes" del sujeto para adelantar a los amigos en la tarea predictiva, 150 para mejorar a los familiares y 300 "likes" para sobrepasar al propio cónyuge. De eso a que el sistema conozca nuestros deseos mejor que nosotros mismos, de manera más equilibrada y útil de lo que puede lograr nuestra capacidad introspectiva, no hay más que un paso. ¿A que acojona?
Venga, toma un un par de suspiros y olvídalo.