El libro ha sido finalista del premio Planeta 2016. Es una novela histórica, ambientada en el siglo V a. de C. El Asesinato de Sócrates puede encontrarse en Amazon. Mi comentario no pretende analizar la novela, absolutamente recomendable como recreación de la época clásica griega, tan fecunda en personajes, ideas y situaciones, excelentemente documentada y absorbente. En este espacio mi interés nace del hecho de que su autor es padre de una niña con Síndrome de Down y me he tomado la libertad de extraer algunas citas que hacen alusión a esa condición, por si te resultan aleccionadoras. 

La dedicatoria del libro:

A mi hija Lucía,
porque tu luz es la más brillante.
A todas las personas con discapacidad,
a sus familiares y amigos,
y a todos los que nos hacen la vida un poco más fácil.
 
La capacidad otorga responsabilidades.
 
Epílogo y pequeña historia.
 
Aquí terminan los comentarios sobre El asesinato de Sócrates, pero hay otra pequeña historia de la que me gustaría hablarte. Al igual que la novela, trata de padres y de hijos, pero se ubica en el presente. Los padres somos mi mujer y yo, y el bebé es nuestra pequeña Lucía. Comienza con el parpadeo atónito de sus ojos marrones en la sala de partos del hospital.
Tras ese parpadeo, la partera la examinó y nos dijo que tenía síndrome de Down.
En ese instante mi vida cambió.
Para bien.
Por supuesto, inicialmente la noticia resultó muy dura, pero el impacto se debió en buena medida a que nosotros sólo conocíamos del síndrome de Down los prejuicios obsoletos —y afortunadamente mucho más negativos que la realidad— que comparte la mayoría de la sociedad. Ahora Lucía tiene siete años, y lo que ella supone en nuestra vida puedes verlo en la primera parte de la dedicatoria de esta novela: «A mi hija Lucía, porque tu luz es la más brillante». Lucía es la mejor persona que he conocido, y la que más feliz me ha hecho jamás. Desde el primer día nos enseñó que nuestros prejuicios no tenían nada que ver con la realidad, y que el mayor obstáculo que puede tener para llevar una vida plena e integrada son precisamente esos prejuicios.
Esta novela no está dedicada sólo a Lucía, la dedicatoria concluye diciendo: «y a todos los que nos hacen la vida un poco más fácil». Precisamente me gustaría pedirte que te incorporaras a ese grupo de personas al que dedico la novela, de un modo que sólo te llevará cinco minutos de tu tiempo. Como padre y como psicólogo clínico, he preparado un artículo titulado 8 cosas que deberías saber sobre el síndrome de Down. Contiene información objetiva y veraz sobre la realidad del síndrome (incluso tiene un pequeño vídeo de Lucía con cinco años diciéndome los cuentos que va a pedir a los Reyes Magos). Simplemente echándole un vistazo ya estarás contribuyendo a disolver los prejuicios arraigados en la sociedad y, por lo tanto, a que ésta resulte más acogedora para las personas como mi hija.
El enlace al artículo se encuentra destacado en el encabezado de mi página web (www.marcoschicot.com). Si decides leerlo, estarás prestando una importante ayuda a miles de personas maravillosas.
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Por último, me gustaría recordar que el 10% de lo que obtengo con mis novelas va destinado a fundaciones de ayuda a personas con discapacidad. Esa aportación no sería posible sin mis lectores; por ello, en mi nombre y en el de todas las personas a las que ayudamos, te transmito nuestro profundo agradecimiento.
 
Sobre Hipócrates y su hija Nisa.
 
Conocía bastante bien a Hipócrates. Ese año había sido elegido estratego, pero su ocupación habitual era el comercio marítimo y había transportado algunas vasijas de Eurímaco a clientes etruscos. Se trataba de un hombre afable, al que no era raro ver en el Pireo paseando en brazos a su hija de cuatro años, a quien una enfermedad había dejado las piernas delgadas como palos y no podía caminar.
«Nisa —recordó que se llamaba la niña. Era una chiquilla avispada, que siempre se estaba riendo en brazos de su padre—. Ha tenido suerte, otros hombres la habrían encerrado donde no tuvieran que verla, y la niña no habría vuelto a ver el sol.»
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Las líneas de las falanges se recomponían según caían los hoplitas. Hipócrates vio que a su izquierda, en segunda línea, aparecía el casco de bronce de Sócrates. Le alegró que combatiera cerca de él. El filósofo era un excelente soldado, además de ser junto con Eurímaco el único hombre que no trataba a su hija Nisa como a un perrillo.