"Education has produced a vast population able to read but unable to distinguish what is worth reading"

 

(Trevelyan). Los ingleses son muy aficionados a este tipo de citas ("quotations" les llaman). La agenda con que una conocida editorial de material didáctico nos ha obsequiado a los profes de Inglés está llena de algunas como la que se reproduce al comienzo. En esa misma idea insistía en su columna semanal de New Thinking Gerry McGovern. Disponemos de demasiada información y eso nos hace perder la perspectiva. El día a día es, necesariamente, explosivo. Nos perdemos en los detalles y los árboles no nos dejan ver el bosque. ¿Es el bosque lo realmente importante? Depende de lo que busquemos. Normalmente sí, porque lo que necesitamos es planificar y organizar. Detenernos en la contemplación de las hojas, de las pintadas flores y de las avecillas puede interesar a los botánicos, a los ornitólogos y hasta a los entomólogos, pero no tanto al ingeniero de caminos. La mayoría de nosotros queremos trazar caminos, acertar en el tiempo, alcanzar metas que sintonicen con la realidad y resuelvan problemas. Eso nos llena. ¿Será verdad que los seres humanos nos desenvolvemos mucho mejor en la escasez? Reproduzco un párrafo completo:

El estallido de la burbuja puntocom se produjo cuando los inversores tenían más acceso a la información que nunca. El exceso de información no fomentó la toma de decisiones racionales, sino que más bien impulsó la efusividad irracional. Los seres humanos se desenvuelven mucho mejor en la escasez que en el exceso. Esto es especialmente cierto cuando se trata de información. Desde hace tiempo se acepta con generalidad que no se puede tener demasiada información. Sí se puede. El exceso de información contribuye a tomar malas decisiones financieras, según un estudio hecho por el MIT en la década de 1980. Se establecieron dos grupos de estudiantes. A cada grupo se le dio una cartera de inversiones para gestionar. Un grupo sólo podía ver los cambios de cotización de sus acciones. El otro tenía acceso a los precios y a un constante chorro de noticias económicas relacionadas con esas acciones. ¿Qué grupo lo hizo mejor?

"Sorprendentemente, el grupo menos informado lo hizo mucho mejor que el que recibía todas las noticias", explica James Surowiecki en su excelente libro The wisdom crowds. Surowiecki aporta otro ejemplo de un grupo de estudiantes a los que se les pidió que calcularan el número de gominolas que había en un tarro. El primer cálculo medio de los estudiantes tuvo un margen de error del 3% respecto a la cifra correcta. Después se les pidió que adivinaran otra vez. Esta vez se les dijo que tuvieran en cuenta el espacio de aire que había en la parte superior del tarro, y que éste era de plástico, lo que significa que podía contener más gominolas de lo esperado. Con esta nueva información, el cálculo medio de los estudiantes erró en un 15 por ciento.

¿Qué hacer entonces? Pensar a largo plazo. Resistirse a la reacción inmediata a la que nos incita el cúmulo de informaciones que nos llegan. Aguantarse las ganas, vamos. Relajarse y pensar en profundidad, reflexionar, planificar. No parece tan dificil. Cuestión de autocontrol y perspectiva. La sobreabundancia es peligrosa, es adictiva, resulta claramente dañina.