Estas son las palabras que dirige un profesor de lengua en el acto de despedida de sus alumnos de bachillerato.
Es un discurso en sintonía con los tiempos que corren.
- Se recoge lo que se siembra. Lo que ahora recogemos es el fracaso de la educación adolescente.
- No hay más esperanza que mantener despierta la curiosidad intelectual.
- Cuidadito con la marea pseudocientífico-tecnológica que nos invade.
- Sangre, sudor y lágrimas es lo que les aguarda, porque no son sufientemente competentes, porque no dan la talla al lado de sus coetáneos de otras nacionalidades.
- Pero la culpa recae inexorablemente sobre sus mayores, que no han sabido entregarles una piel de toro convenientemente nutrida.
Curioso, el último consejo de nuestro agorero: disfrutad, pasadlo lo mejor posible en este día. Porque este día es vuestro y sólo vuestro. Y lo demás, en realidad, importa un bledo.
Hombre, no sé si es ironía o lo dice en serio. Lo primero no me lo parece, por los detalles del párrafo final; si fuera lo segundo, contradice y desvirtúa el contenido previo. Precisamente ese tipo de incoherencias, ese espíritu connivente contribuye, de manera decisiva, a diluir las responsabilidades de unos y de otros, a no sacar nada en limpio.